Type | Thesis or Dissertation - Magíster en Ciencias Sociales |
Title | Mujeres en una empresa minera chilena cuerpos y emociones en trabajos masculinizados |
Author(s) | |
Publication (Day/Month/Year) | 2015 |
URL | http://repositorio.uchile.cl/bitstream/handle/2250/143765/Tesis_Final_Lorena_Etcheberry.pdf?sequence=1 |
Abstract | La tesis que presento se inicia desde la experiencia de una trayectoria autobiográfica y de su construcción en el marco de los trabajos donde me he desempeñado. La pregunta de investigación por lo tanto, se ha tejido a través de ideas respecto a cómo las mujeres nos desenvolvemos en los espacios laborales. Soy socióloga y comencé a trabajar hace casi una década. Si bien el comienzo de mi vida laboral no fue difícil, dado que me inserté en un programa universitario donde existían distintos/as profesionales del ámbito de las ciencias sociales, con quienes interactuaba cercanamente existiendo ciertos códigos comunes, a lo largo de mi trayectoria he podido percibir la existencia de elementos objetivos y subjetivos ligados al trabajo que configuran la experiencia laboral y que forman parte de este estudio. Posteriormente, ingresé a trabajar a la Subsecretaría de Transportes donde, desde mi labor en una unidad de desarrollo organizacional, pude observar los primeros elementos que me motivaron a desarrollar esta investigación. Era un espacio principalmente conformado por ingenieros, y las mujeres laboraban desarrollando tareas preferentemente administrativas o en unidades de apoyo. Las mujeres ingenieras, podríamos decir que “golpeaban la mesa” frecuentemente, en mayor medida que los hombres, asemejándose a una actuación “masculina” específica que les permitía validarse en ese contexto. Mi jefe, también ingeniero, tenía un buen manejo de las denominadas “habilidades blandas”, dado que establecía relaciones de cordialidad y cercanía con las personas, característica que le permitía el logro de sus objetivos en el ámbito de la negociación. El año 2.010 se produjo cambio de gobierno en el país, la derecha chilena llegaba a la presidencia, y se generaban transformaciones en el Sector Público. En este contexto despidieron a mi jefe y mis compañeros/as se cambiaron a otros trabajos. Permanecí en la institución durante tres meses en los que no recibí tareas ni directriz alguna. Al inicio de la jornada, prendía el computador y observaba que no existían trabajadores/as a mí alrededor. Comencé a enfermar, sufrí ataques de pánico, y empecé a reflexionar sobre el modo como las instituciones incidían en las emociones, en el cuerpo y en la salud de las personas. Me cambié a trabajar a la Comisión Nacional de Acreditación, donde mi responsable directa era una mujer. Prácticamente todos/as mis compañeros/as eran mujeres (12). El trabajo consistía principalmente en supervisar y llevar adelante procesos de acreditación, junto con acompañar a académicos/as en las evaluaciones. 7 Era llamativo que ingresaran mayoritariamente mujeres a realizar este tipo de trabajo, decían que éramos más ordenadas, pero personalmente me embargaba una sensación de „sinsentido‟ producida por el tedio y la monotonía del trabajo, donde no existía espacio para la creación. Adicionalmente, mi jefatura presentaba un estilo de dirección jerárquico que no dejaba espacio para establecer acuerdos compartidos en función de los objetivos y plazos. Renuncié a esa institución y comencé a estudiar en el Magíster en Ciencias Sociales, Mención Sociología de la Modernización, donde pude elaborar mi experiencia laboral en función de la tesis que tenía que desarrollar. Paralelamente volví a trabajar en la Universidad haciendo labores de coordinación para un congreso. De esta manera lo vivido resultó ser insumo para generar los cuestionamientos iniciales sobre cómo las mujeres vivenciamos, corporal y emocionalmente nuestras prácticas laborales. Desde una perspectiva de género, se gestaron las primeras reflexiones en torno a las relaciones de poder y de dominación en los trabajos y cómo éstas se vinculaban con la estructuración de una masculinidad hegemónica. Así, fue posible plantear que las organizaciones de trabajo actuales han adoptado un modo de funcionamiento que implica nuevas formas de desempeño, prácticas e interacciones que permean la constitución de los cuerpos y las emociones de mujeres y hombres en una búsqueda de eficiencia y eficacia para una mejora en la producción. En este contexto, el nuevo espíritu del capitalismo se instala en la empresa capitalista contemporánea, a través de una gestión empresarial que desarrolla mecanismos de control para mejorar la producción (Boltanski y Schiapello, 2.002), incidiendo en las formas de vestir, hablar, movilizarse, sentir e interactuar de los/as sujetos/as. En términos de Goffman, se genera un modo particular de “presentarse” en el trabajo, comprendiendo a esta presentación como una performance que remite a “la actividad total de un participante dado en una ocasión que sirve para influir de algún modo sobre los otros participantes” (2.006: 27). Podemos aseverar, en estos términos, que el/la sujeto/a actúa según el espacio que le rodea y los/as actuantes que allí cohabitan. Con el advenimiento del capitalismo se visualiza la existencia del capitalismo emocional (Illouz, 2007) que remite a una cultura donde las prácticas y los discursos emocionales se configuran mutuamente, de modo tal que las emociones y el afecto se convierten en elementos esenciales del intercambio económico. En el marco del capitalismo, las relaciones entre hombres y mujeres también se desarrollan bajo un sistema patriarcal, que según Lerner (1.990) corresponde a un sistema histórico que pone en jerarquía lo masculino por sobre lo femenino, generando 8 así una estructura de discriminación donde las mujeres quedan situadas en posiciones de subordinación. También, los mercados laborales se encuentran segregados horizontalmente en función de la presencia mayor de hombres o de mujeres implicando prácticas disímiles y condiciones laborales diferentes. Al respecto, las ramas de minería y de construcción son aquellas que poseen un mayor porcentaje de hombres (NENE, INE, 2.015). Sin embargo, es importante hacer notar que los espacios masculinizados no sólo lo son por la existencia de un mayor número de hombres, sino que adoptan este carácter en función de prácticas vinculadas a una masculinidad hegemónica donde se torna necesario, por parte de los/as sujetos/as, responder con performances emocionales y corporales que les permitan tener un buen manejo y control para validarse frente al resto. Características como la competitividad, la necesidad de ascenso a cargos de mayor nivel, el reconocimiento y el estatus, entre otros, develan el carácter de espacios de trabajo masculinizados, porque la forma como se entiende y se vive el entorno tiene determinadas características que podemos asociar a una construcción de una masculinidad hegemónica en un sistema de dominación sexo/género. Para Hochschild el modelo masculino de trabajo implica para las mujeres “llevar a cabo tareas profesionales, competir con los colegas, obtener reconocimiento por el trabajo, hacerse una reputación, lograrlo durante la juventud, acaparar el escaso tiempo disponible y minimizar el trabajo doméstico mediante la contratación de otras personas” (2.008: 274). En este contexto vale recordar que el ingreso de las mujeres a los mercados laborales es relativamente reciente, implicando que el sustrato cultural no se ha transformado por completo. Ello se acrecienta en trabajos masculinizados, donde las trabajadoras deben realizar un esfuerzo por validarse y conseguir un lugar que se entienda como legítimo para su desarrollo. Por eso, establecemos el cuestionamiento sobre cómo se desenvuelven las mujeres en espacios laborales masculinizados, cómo se presentan corporal y emocionalmente y cómo, desde sus perspectivas, caracterizan dichos contextos. Para efectos de lectura, la investigación se articula del siguiente modo: Primero, se presentan los antecedentes de la investigación, que contemplan: el entorno del problema -análisis estadístico de la situación laboral de las mujeres en Chile-, y los antecedentes bibliográficos -que incluye una selección de estudios relacionados con la temática-. 9 En segundo lugar se expone la problematización, junto a la pregunta que guía esta investigación y sus objetivos. También, se revisan las hipótesis, la relevancia del estudio y la estrategia metodológica adoptada. En tercer lugar se entrega la estructura del texto, elaborada en base a cuatro capítulos: el primero, detalla el relato etnográfico realizado; el segundo, aborda los espacios laborales con género y la participación de las mujeres en el trabajo en la minera; el tercero, desarrolla la construcción del cuerpo y las imágenes sobre los cuerpos modelados y/o resistentes; el cuarto, hace referencia a las vivencias emocionales, en el marco de la minera. Finalmente, se desarrollan las conclusiones las que integran los capítulos señalados anteriormente para dar respuesta la pregunta y a los objetivos de esta investigación. |
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