Abstract |
El servicio doméstico es emblemático de la desigualdad de género, clase, etnia, raza y nacionalidad. Este trabajo ejemplifica la desigualdad persistente descrita por Charles Tilly (1998). Como tal, se expresa a través de categorías binarias y asimétricas que acaban de describir en esta mesa,1 y que están arraigadas en la explotación y el acaparamiento de las oportunidades. Se trata de una desigualdad que perdura a tal grado que es naturalizada, se reproduce no sólo a través de la violación de los derechos laborales sino también por medio del uso del lenguaje, la indumentaria, el uso de los espacios en la casa y los patrones de consumo. Es excepcional, en el sentido de que en el servicio doméstico, personas de grupos sociales tan distintos conviven estrechamente de manera cotidiana; es una especie de socialización permanente en relaciones de dominio para los miembros del hogar y la trabajadora. El hecho de contratar una mujer para la realización de esas actividades refuerza la división sexual del trabajo dentro del hogar y es un recordatorio permanente para las empleadoras del fracaso de poder democratizar las relaciones en sus hogares.2 Estas desigualdades son justificadas en la legislación y la jurisprudencia. |